
Bese la frente íntima de una guerra sicológica,
el pensamiento insumiso bajo su carne doliente.
Nos enfrentamos a centenares de cuerpos resignados
que siempre sufren en su propio revuelco.
Estábamos sobre el desastre y
era tan inevitable verlo con ojos de nostalgia.
Tú que gritabas a la memoria de la magia ausente y
al amor escurridizo, fue tu angustia la cuna de la muerte y
fe de los normales.
Avergonzado retiraste la palabra cósmica y
nos dejaste un mar despoblado, el agua sanguínea y
un ritual pagano.
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