domingo, 3 de febrero de 2008

Heme Aquí


Heme aquí, zapateando sobre tu nombre,

bailando sobre las lápidas de tu vientre, enfurecida con tu dios,

niña que le bailas a la muerte como si fuera tu sombra,

es en éste momento en el que la marea me saluda,

los árboles se marchitan, y la luz, conoce a la noche obligada.

Dejando las huellas entre el barro concebido por tu nombre,

le bailo al fuego, cuál salvaje he creado.

Heme aquí, repito, Limpia de los versos formados por el tiempo,

y te pregunto una vez más, que ves cuando te reflejas?

Dejando de buscar, he comenzado el relinche de la belleza,

sin más falsas palabras, me río.

Me río de tus poemas, hipócrita,

creyendo ser profeta te bastas de simples melodías,

para hacerte dueña del tiempo,

“La tumba tiene más poder que los ojos de la amada”, pues así,

suerte de abismo, creas el prefacio de tu vida,

el supuesto amor permanece en la memoria,

el entierro, como ser expatriado, arrebata las raíces de tu alma.

“Llevo en mi pecho la ciudad de la vida y el arrabal de la muerte, oro de los hombres, ángel del ausente”, despidiéndome de la fatalidad vana, comienzo.

Comienzo a correr entre los desafortunados,

a beber de su nostalgia y a componer ridículas sinfonías sobre sus llantos.

Cuán bastarda puede ser la luna,

cuán dependiente es su necesidad de ser vista,

no hay más que temer, no hay más que admirar.

Las horas, según tu tiempo, están corriendo,

mediocres creyentes de lo que avanza,

intenten encontrar la verdad de su pereza,

agitan las manillas de su vida, buscando la muerte, evitan vivir.

Y heme aquí, nuevamente, tras la insolencia de lo invisible,

que agita tus noches tras lo que no existe,

me río con espanto, me siento al borde de tu descanso,

recorro lo prohibido y ridiculizo al olvido,

por que simplemente, nunca existí.

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